Capítulo
2. BUENOS AIRES
Llegué
a Buenos Aires el 9 de julio por la mañana, justo el día de la fiesta nacional
argentina, dedicada a la misma fecha del año 1816, cuando los representantes de
once provincias del entonces Virreinato español del Río de la Plata, en la
ciudad de Tucumán, en la provincia del mismo nombre, declararon su
independencia de la Corona Española, sentando así las bases jurídico-estatales
de la futura República Argentina. Este acto fue una consecuencia natural del
proceso revolucionario, que había sucedido seis años antes en Buenos Aires,
cuando el 25 de mayo de 1810 los nativos (criollos) derrocaron al virrey
Hidalgo de Cisneros y formaron el primer gobierno propio llamado "Primera
Junta". Junto con el 9 de julio, Día de la Independencia, el 25 de mayo, Día
de la Revolución, es la otra gran fiesta nacional en la República Argentina.
Al
llegar me alojé en una pensión en el centro de la ciudad. Sabiendo de la celebración
de la fiesta patria, fui a la histórica Plaza de Mayo, donde se encuentra el
Cabildo, donde en 1810 se había puesto en marcha un acto revolucionario, y a
continuación fui el Palacio Presidencial (Casa Rosada) y la Catedral. Así que
tuve la oportunidad de vivir de cerca este evento festivo y ver el paso del
entonces presidente, Hipólito Yrigoyen, con los miembros del gobierno, desde el
Palacio Presidencial hasta la Catedral donde se realizó el Tedeum. Los diarios
de ese día estaban llenos de artículos dedicados al significado histórico de la
celebración, que luego leí con gran interés para aprender sobre la historia de
la liberación de los países de América del Sur de los dominios españoles.
Siguiendo
las indicaciones que me dieron por telegrama, fui al día siguiente a la
Legación de Yugoslavia, en la calle Charcas 1705, para presentarme a tomar mi
trabajo. En ese entonces, el embajador y ministro plenipotenciario en Buenos
Aires era el Dr. Milorad Strážnický, profesor de Derecho Mercantil en la
Universidad de Zagreb. Alto, elegante, cuidadosamente vestido, de unos 50 años,
de pelo gris, el Dr. Strážnický me recibió amablemente. Durante la
conversación, dijo que él sabía que el Ministro de Asuntos Sociales me había
nombrado Delegado, pero que él no podía permitirme tomar mi cargo ya que la
Delegación para los Inmigrantes no dependía ni formalmente ni de facto de la
Legación, sino directamente del Ministerio de Asuntos Sociales.
Al
ver mi sorpresa, el Embajador me aclaró que antes de que se estableciera la
Legación, en Buenos Aires existía un Consulado General y una Delegación del
Ministerio de Asuntos Sociales para los Inmigrantes. El primer Delegado fue
Jovo Marčetić, y el primer Cónsul General, el juez Ivo Grisogono, hermano de
Prvislav, líder del partido de Pribićević y varias veces ministro. Marčetić,
quien todavía estaba al frente de la Delegación, logró desde el principio mantener
su independencia respecto del Consulado General y después de la Legación, cuando
Grisogono fue nombrado primer Ministro (Embajador). Cuando el Dr. Strážnický
tomó la función de Ministro (Embajador) después de Grisogono, no quiso poner en
cuestión la relación entre la Legación y la Delegación, entonces la situación
se mantuvo como hasta entonces.
Me
recomendó que yo fuera directamente a ver a Marčetić y que, sobre la base del
telegrama de nombramiento, le pidiera que me pasara la función. Si hubiera alguna
dificultad, que hablara con el Dr. Zoran Dragutinović, consejero de la Legación
y director del Departamento consular, y le pidiera que intervenga. Dijo que las
oficinas del Consulado y de la Delegación se encontraban en el mismo edificio,
Avenida de Mayo 1380, el primero de ellos en el noveno piso, y el otro en el
piso 11.
"Si
usted no logra ni lo uno ni lo otro, póngase en contacto por telegrama con su
tío, el Ministro Preka", terminó su consejo el ministro Strážnický.
A
partir de esta observación estaba claro que el Dr. Strážnický pensaba que el Ministro
Preka era pariente mío y que probablemente esa era la razón por la cual el Embajador
había estado mucho más abierto conmigo, de lo que cabría esperar. Consideré
oportuno no hablar sobre ese parentesco que no era tal.
Después
de la conversación no me quedaba otra que ir a ver a Marčetić. Me anuncié a
través del secretario y fui recibido. Jovo Marčetić era un hombre de unos sesenta
años, de abundante pelo canoso, peinado como los artistas. Llevaba anteojos de
marcos oscuros y cristales gruesos. Claramente era miope.
Fue
amable. Me ofreció sentarme y de repente hizo tres preguntas: Cuánto tiempo
hacía que estaba en Argentina, qué hacía y qué necesitaba de la Delegación.
Fingió que no sabía mi nombre, cuando yo ya se lo había dado a su secretario. Es
por eso que repetí mi nombre agregando que había recibido un telegrama del
Ministro de Asuntos Sociales comunicándome que me había nombrado Delegado para
los Inmigrantes en Buenos Aires. Saqué y le di a leer el telegrama en cuestión,
y le dije que el Embajador Dr. Stražnicki me dio instrucciones de ir
directamente a la Delegación.
Marčetić
puso cara de hombre sorprendido, y me respondió que sobre mi nombramiento no
sabía nada y que, por consiguiente no podía entregarme el puesto.
Yo
no podía creer que el Ministerio no le había informado a Marčetić de mi
nombramiento, pero estaba claro que ninguna discusión ulterior sería de
provecho.
Decidí
visitar al consejero de la Legación, Dr. Dragutinović, lo que hice enseguida.
El
Dr. Dragutinović me recibió inmediatamente. Era un señor de unos cuarenta años,
de cara amable, modales pulidos. Le informé sobre mi nombramiento y de mis
visitas al Embajador Strážnicki y al Delegado Marčetić. Según las instrucciones
del Embajador recurrí a él para solicitarle que interceda a fin de que yo pueda
asumir las funciones de Delegado para el que había sido nombrado.
El
Dr. Dragutinović me escuchó con atención, pero su respuesta fue más breve y
prudente que la del Embajador Stražnycki. Él me confirmó que la Delegación
dependía directamente del Ministerio de Asuntos Sociales y que él no podía intervenir
en ese tema. Me recomendó que me dirija al Ministro.
Después
de esto yo no podía hacer otra cosa que informar telegráficamente al Ministro
Preka, de que yo no podía tomar posesión de mi cargo, porque el Delegado
Marčetić no había sido informado acerca de mi nombramiento. A fin de recibir la
respuesta di mi dirección temporaria en Buenos Aires.
Dos
días más tarde, recibí la contestación donde se me informaba se le había dado a
Marčetić la orden de que me entregara el cargo. Luego de recibir esa respuesta,
llegué a la conclusión de que estaba informado de mi nombramiento, pero que no
quería entregarme el cargo, lo que él mismo me confirmó más tarde.
Volví
a Marčetić. Esta vez, me recibió muy amablemente. Sobre el telegrama recibido
no le dije nada, sino que dejé que él me confirme, que recibió el anuncio de mi
nombramiento, lo que hizo de inmediato.
Al
comenzar me dijo que fue trasladado al Comisariato para los Emigrantes en
Zagreb. Se quedaría en Buenos Aires hasta finales del mes, y durante ese tiempo
me introduciría en el trabajo. Me presentó a Spasoje Tommaseo, que era empleado
contratado y se desempeñaba como Secretario de la Delegación. Me recomendó
mantenerlo en servicio, en el que estaba desde 1923, desde el establecimiento
de la Delegación. Además del idioma croata conocía de forma excelente los idiomas
español, italiano y alemán, también conocía la situación local y las tareas de
esa oficina. Le respondí que no era mi intención cambiar al secretario y que
Tommaseo permanecería en su puesto.
Un
tiempo dentro de la oficina, y otro poco fuera del trabajo, el resto del mes de
julio lo pasé en compañía de Marčetić. Él era muy conversador y abierto. Habló también
en repetidas ocasiones de la situación en Argentina, de la organización de los
servicios para los inmigrantes en nuestra patria y en el extranjero, sobre su
pasado y las razones por las que en un principio no tenía intención de entregarme
el cargo.
Durante
su servicio de siete años en Buenos Aires, Marčetić había conocido a fondo la
situación política y económica de Argentina y de los países vecinos. Por eso no
nos fue difícil estar de acuerdo en el hecho de que América del Sur no era el
lugar adecuado para emigrar. Se debía lograr que el Ministerio restringiera la
emigración otorgando visas solamente a aquellos que presentaran confirmación
oficial de la llamada de sus parientes.
En
este breve tiempo aprendí mucho de Marčetić sobre la organización del servicio
para los inmigrantes, tanto antes de la Primera Guerra Mundial, durante el
Reino de Croacia y Eslavonia, como después de la guerra, durante la vigencia del
Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos.
El
Reino de Croacia ya en 1883 tenía una ley sobre emigración. Diez años después
de eso había sido creado el Departamento de Emigración dentro de la Sección de
Asuntos Internos de Croacia (en ese entonces bajo administración del Ban
-gobernador-), que luego fue el Departamento de Asuntos Migratorios. Croacia
fue el primer país en Europa, que introdujo el seguro obligatorio para los
emigrantes durante su viaje.
Durante
el Estado de los Serbios, Croatas y Eslovenos se aprobó la Ley de emigración en
1921. Su aplicación se reguló un año después[1].
De
acuerdo con esta normativa, los órganos del servicio de emigraciones eran: el Departamento
de Emigraciones del Ministerio de Asuntos Sociales en Belgrado; el Comisariato
General de Emigraciones en Zagreb; Supervisores y Delegados del Ministerio de Asuntos
Sociales.
Serbia
no tenía problemas de emigración, ni por lo tanto una organización apropiada.
Por eso, en un principio todo el servicio para los emigrantes era llevado por
el Comisariato General, es decir, por el antiguo Departamento creado durante la
Croacia administrada por el Ban. Un año después de la aprobación de dicha ley,
el Ministerio se hizo cargo de la gestión de la política emigratoria, y al
Comisariato le quedaron las tareas de gestión de carácter técnico.
Los
supervisores de migración eran funcionarios del Ministerio o del Comisariato,
encargados de tareas especiales, como escoltar a los grupos más grandes de
emigrantes desde su patria hasta el puerto de embarque, y a veces hasta el país
de destino.
Los
Delegados para la emigración eran designados por el Ministro de Asuntos Sociales.
Su tarea era cuidar de los que habían emigrado de acuerdo al área que le
correspondía a cada uno y en ocasiones debían informar al Ministerio y al
Comisariato. En ese momento había tres delegaciones: en París, en Washington y en
Buenos Aires; este última con competencia sobre toda América del Sur.
Me
enteré por el propio Marčetić de que su familia era originaria de Knin. Antes
de la Primera Guerra Mundial, su padre había sido jefe de la representación de
una empresa de buques, creo que se llamaba “Lloyd Austríaco”. Allí Jovo había
asistido a los primeros años de la escuela secundaria, pero luego continuó su
educación en Odessa, en el Mar Negro, donde su padre había sido trasladado como
jefe de la representación local de la empresa. No estoy hoy seguro, pero creo
que asistió también a la Universidad de Zagreb. De las lenguas extranjeras
sabía español, italiano, francés y ruso. Él era admirador de la Rusia Imperial.
Como la mayoría de los serbios de Knin, él y toda su familia pertenecían al
Partido Radical Serbio, en cuyas filas había encontrado apoyo para su carrera
en la administración pública. No quería a los croatas. Aun así prefería ser
trasladado al Comisariato en Zagreb, y no al Ministerio en Belgrado.
Dr. Vjekoslav Vrančić – Defendimos al Estado
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